sábado, 15 de agosto de 2009

Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges

A un poeta menor de la antología

¿Dónde está la memoria de los días que fueron tuyos en la tierra, y tejieron dicha y dolor y fueron para ti el universo?
El río numerable de los años los ha perdido; eres una palabra en un índice.
Dieron a otros gloria interminable los dioses, inscripciones y exergos y monumentos y puntuales historiadores; de ti sólo sabemos, oscuro amigo, que oíste al ruiseñor, una tarde.
Entre los asfodelos de la sombra, tu vana sombra pensará que los dioses han sido avaros.
Pero los días son una red de triviales miserias, ¿y habrá suerte mejor que la cenizade que está hecho el olvido?
Sobre otros arrojaron los dioses la inexorable luz de la gloria, que mira las entrañas y enumera las grietas, de la gloria, que acaba por ajar la rosa que venera; contigo fueron más piadosos, hermano.
En el éxtasis de un atardecer que no será una noche, oyes la voz del ruiseñor de Teócrito.
(De «El otro, el mismo»)

El Golem

Si (como el griego afirma en el Cratilo) El nombre es arquetipo de la cosa, En las letras de rosa está la rosa Y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Y, hecho de consonantes y vocales, Habrá un terrible Nombre, que la esencia Cifre de Dios y que la Omnipotencia Guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron En el Jardín. La herrumbre del pecado (Dicen los cabalistas) lo ha borrado Y las generaciones lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre No tienen fin. Sabemos que hubo un día En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre En las vigilias de la judería.
No a la manera de otras que una vaga Sombra insinúan en la vaga historia, Aún está verde y viva la memoria De Judá Leon, que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe, Judá León se dio a permutaciones de letras y a complejas variaciones Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave.
La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio, Sobre un muñeco que con torpes manoslabró, para enseñarle los arcanos De las Letras, del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos Párpados y vio formas y colores Que no entendió, perdidos en rumores Y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros) Aprisionado en esta red sonora de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora, Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen A la vasta criatura apodó Golem; Estas verdades las refiere Scholem En un docto lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo "Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga." Y logró, al cabo de años, que el perverso Barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafíaO en la articulación del Sacro Nombre;A pesar de tan alta hechicería,No aprendió a hablar el aprendiz de hombre,
Sus ojos, menos de hombre que de perro Y harto menos de perro que de cosa, Seguían al rabí por la dudosa penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem, Ya que a su paso el gato del rabino Se escondía. (Ese gato no está en Scholem Pero, a través del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales, Las devociones de su Dios copiaba O, estúpido y sonriente, se ahuecaba En cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternuraY con algún horror. ¿Como (se dijo) Pude engendrar este penoso hijoY la inacción dejé, que es la cordura?
Por qué di en agregar a la infinita Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana Madeja que en lo eterno se devana, Di otra causa, otro efecto y otra cuita?
En la hora de angustia y de luz vaga, En su Golem los ojos detenía. ¿Quién nos dirá las cosas que sentía Dios, al mirar a su rabino en Praga?
1958
Una rosa y Milton

De las generaciones de las rosas Que en el fondo del tiempo se han perdido Quiero que una se salve del olvido, Una sin marca o signo entre las cosas Que fueron. El destino me depara Este don de nombrar por vez primera Esa flor silenciosa, la postrera Rosa que Milton acercó a su cara, Sin verla. Oh tú bermeja o amarilla O blanca rosa de un jardín borrado, Deja mágicamente tu pasado Inmemorial y en este verso brilla, Oro, sangre o marfil o tenebrosa Como en sus manos, invisible rosa.

El despertar

Entra la luz y asciendo torpemente De los sueños al sueño compartido Y las cosas recobran su debido Y esperado lugar y en el presente Converge abrumador y vasto el vagoAyer: las seculares migraciones Del pájaro y del hombre, las legiones Que el hierro destrozó, Roma y Cartago. Vuelve también la cotidiana historia: Mi voz, mi rostro, mi temor, mi suerte. ¡Ah, si aquel otro despertar, la muerte, Me deparara un tiempo sin memoria De mi nombre y de todo lo que he sido! ¡Ah, si en esa mañana hubiera olvido!
Fragmento

Una espada, Una espada de hierro forjada en el frío del alba. Una espada con runas Que nadie podrá desoír ni descifrar del todo, Una espada del Báltico que será cantada en Nortumbria, Una espada que los poetas Igualarán al hielo y al fuego, Una espada que un rey dará a otro rey Y este rey a un sueño, Una espada que será leal Hasta una hora que ya sabe el Destino, Una espada que iluminará la batalla.
Una espada para la mano Que regirá la hermosa batalla, el tejido de hombres, Una espada para la mano Que enrojecerá los dientes del lobo Y el despiadado pico del cuervo,Una espada para la mano Que prodigará el oro rojo, Una espada para la mano Que dará muerte a la serpiente en su lecho de oro, Una espada para la mano Que ganará un reino y perderá un reino, Una espada para la mano Que derribará la selva de lanzas. Una espada para la mano de Beowulf.
Edgar Allan Poe

Pompas del mármol, negra anatomía Que ultrajan los gusanos sepulcrales, Del triunfo de la muerte los glaciales Símbolos congregó. No los temía. Temía la otra sombra, la amorosa, Las comunes venturas de la gente; No lo cegó el metal resplandeciente Ni el mármol sepulcral sino la rosa. Como del otro lado del espejo Se entregó solitario a su complejo Destino de inventor de pesadillas. Quizá, del otro lado de la muerte, Siga erigiendo solitario y fuerte Espléndidas y atroces maravillas.

Los enigmas

Yo que soy el que ahora está cantando Seré mañana el misterioso, el muerto, El morador de un mágico y desierto Orbe sin antes ni después ni cuándo. Así afirma la mística. Me creo Indigno del Infierno o de la Gloria, Pero nada predigo. Nuestra historiaCambia como las formas de Proteo. ¿Qué errante laberinto, qué blancura Ciega de resplandor será mi suerte, Cuando me entregue el fin de esta aventura La curiosa experiencia de la muerte? Quiero beber su cristalino Olvido, Ser para siempre; pero no haber sido.

Al vino

En el bronce de Homero resplandece tu nombre, Negro vino que alegras el corazón del hombre.
Siglos de siglos hace que vas de mano en mano Desde el ritón del griego al cuerno del germano.
En la aurora ya estabas. A las generaciones Les diste en el camino tu fuego y tus leones.
Junto a aquel otro río de noches y de díasCorre el tuyo que aclaman amigos y alegrías,
Vino que como un Éufrates patriarcal y profundo Vas fluyendo a lo largo de la historia del mundo.
En tu cristal que vive nuestros ojos han visto Una roja metáfora de la sangre de Cristo.
En las arrebatadas estrofas del sufí Eres la cimitarra, la rosa y el rubí.
Que otros en tu Leteo beban un triste olvido; Yo busco en ti las fiestas del fervor compartido.
Sésamo con el cual antiguas noches abro Y en la dura tiniebla, dádiva y candelabro.
Vino del mutuo amor o la roja pelea, Alguna vez te llamaré. Que así sea.
Soneto del vino

¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosaConjunción de los astros, en qué secreto díaQue el mármol no ha salvado, surgió la valerosaY singular idea de inventar la alegría?Con otoños de oro la inventaron. El vinoFluye rojo a lo largo de las generacionesComo el río del tiempo y en el arduo caminoNos prodiga su música, su fuego y sus leones.En la noche del júbilo o en la jornada adversaExalta la alegría o mitiga el espantoY el ditirambo nuevo que este día le cantoOtrora lo cantaron el árabe y el persa.Vino, enséñame el arte de ver mi propia historiaComo si ésta ya fuera ceniza en la memoria,

El alquimista

Lento en el alba un joven que han gastado La larga reflexión y las avaras Vigilias considera ensimismado Los insomnes braseros y alquitaras.
Sabe que el oro, ese Proteo, acecha Bajo cualquier azar, como el destino; Sabe que está en el polvo del camino, En el arco, en el brazo y en la flecha.
En su oscura visión de un ser secreto Que se oculta en el astro y en el lodo, Late aquel otro sueño de que todo Es agua, que vio Tales de Mileto.
Otra visión habrá; la de un eternoDios cuya ubicua faz es cada cosa,Que explicará el geométrico SpinozaEn un libro más arduo que el Averno...
En los vastos confines orientales Del azul palidecen los planetas, El alquimista piensa en las secretas Leyes que unen planetas y metales.
Y mientras cree tocar enardecido El oro aquél que matará la Muerte. Dios, que sabe de alquimia, lo convierte En polvo, en nadie, en nada y en olvido.

Otro poema de los dones

Gracias quiero dar al divino Laberinto de los efectos y de las causas Por la diversidad de las criaturas Que forman este singular universo, Por la razón, que no cesará de soñar Con un plano del laberinto, Por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,Por el amor, que nos deja ver a los otros Como los ve la divinidad, Por el firme diamante y el agua suelta, Por el álgebra, palacio de precisos cristales, Por las místicas monedas de Angel Silesio, Por Schopenhauer, Que acaso descifró el universo, Por el fulgor del fuego Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo, Por la caoba, el cedro y el sándalo, Por el pan y la sal, Por el misterio de la rosa Que prodiga color y que no lo ve, Por ciertas vísperas y días de 1955, Por los duros troperos que en la llanura Arrean los animales y el alba, Por la mañana en Montevideo, Por el arte de la amistad, Por el último día de Sócrates, Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron De una cruz a otra cruz, Por aquel sueño del Islam que abarco Mil noches y una noche, Por aquel otro sueño del infierno, De la torre del fuego que purifica Y de las esferas gloriosas, Por Swedenborg, Que conversaba con los ángeles en las calles de Londres, Por los ríos secretos e inmemoriales Que convergen en mí, Por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria, Por la espada y el arpa de los sajones,Por el mar, que es un desierto resplandecienteY una cifra de cosas que no sabemosY un epitafio de los vikings,Por la música verbal de Inglaterra,Por la música verbal de Alemania,Por el oro, que relumbra en los versos,Por el épico invierno,Por el nombre de un libro que no he leído:Gesta Dei per Francos, Por Verlaine, inocente como los pájaros,Por el prisma de cristal y la pesa de bronce,Por las rayas del tigre,Por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,Por la mañana en Texas,Por aquel sevillano que redactó la Epístola MoralY cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,Por Séneca y Lucano, de Córdoba,Que antes del español escribieronToda la literatura española,Por el geométrico y bizarro ajedrez,Por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,Por el olor medicinal de los eucaliptos,Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,Por el olvido, que anula o modifica el pasado,Por la costumbre,Que nos repite y nos confirma como un espejo,Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,Por la noche, su tiniebla y su astronomía.Por el valor y la felicidad de los otros,Por la patria, sentida en los jazminesO en una vieja espada,Por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,Por el hecho de que el poema es inagotableY se confunde con la suma de las criaturasY no llegará jamás al último versoY varía según los hombres,Por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijosPor morir tan despacio,Por los minutos que preceden al sueño,Por el sueño y la muerte,Esos dos tesoros ocultos,Por los íntimos dones que no enumero,Por la música, misteriosa forma del tiempo.

Oda escrita en 1966

Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete Que, alto en el alba de una plaza desierta,Rige un corcel de bronce por el tiempo, Ni los otros que miran desde el mármol, Ni los que prodigaron su bélica ceniza Por los campos de América O dejaron un verso o una hazaña O la memoria de una vida cabal En el justo ejercicio de los días. Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos.
Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo Cargado de batallas, de espadas y de éxodosY de la lenta población de regiones Que lindan con la aurora y el ocaso, Y de rostros que van envejeciendo En los espejos que se empañan Y de sufridas agonías anónimas Que duran hasta el alba Y de la telaraña de la lluvia Sobre negros jardines.
La patria, amigos, es un acto perpetuoComo el perpetuo mundo. (Si el EternoEspectador dejara de soñarnosUn solo instante, nos fulminaría,Blanco y brusco relámpago, Su olvido.)Nadie es la patria, pero todos debemosSer dignos del antiguo juramentoQue prestaron aquellos caballerosDe ser lo que ignoraban, argentinos,De ser lo que serían por el hechoDe haber jurado en esa vieja casa.Somos el porvenir de esos varones,La justificación de aquellos muertos; Nuestro deber es la gloriosa carga Que a nuestra sombra legan esas sombras Que debemos salvar. Nadie es la patria, pero todos lo somos.Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, Ese límpido fuego misterioso.
El sueño

Si el sueño fuera (como dicen) una Tregua, un puro reposo de la mente, ¿Por qué, si te despiertan bruscamente, Sientes que te han robado una fortuna? ¿Por qué es tan triste madrugar? La hora Nos despoja de un don inconcebible, Tan íntimo que sólo es traducibleEn un sopor que la vigilia dora De sueños, que bien pueden ser reflejos Truncos de los tesoros de la sombra, De un orbe intemporal que no se nombra Y que el día deforma en sus espejos. ¿Quien serás esta noche en el oscuro Sueño, del otro lado de su muro?

El mar

Antes que el sueño (o el terror) tejiera Mitologías y cosmogonías, Antes que el tiempo se acuñara en días, El mar, el siempre mar, ya estaba y era. ¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento Y antiguo ser que roe los pilares De la tierra y es uno y muchos mares Y abismo y resplandor y azar y viento? Quien lo mira lo ve por vez primera,Siempre. Con el asombro que las cosas Elementales dejan, las hermosasTardes, la luna, el fuego de una hoguera.¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el díaUlterior que sucede a la agonía.

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